Microcuentos
LA ENEMIGA
Me encontraba luchando a brazo partido pero no lograba dominarla, sus brazos me envolvían con la firmeza de una mortaja, impidiendo todo movimiento. Hasta ahora nunca había logrado vencerme, siempre encontraba alas que la alejaran. Pero había llegado al punto de abandonar toda resistencia y dejar que en su vuelo me llevara.
En ese momento decisivo sentí el timbrazo en la puerta de entrada, también ella lo escuchó y aflojó su resistencia, su dominio no deseaba testigos o interferencia.
Abrí la puerta encontrándome con un rostro barbudo y desaliñado, pidiendo “no tiene algo que me dea, por favor”.
Entré a buscar unas monedas y conversé largo rato, escuchando sus historias y penas, sin confesarle que había oficiado como salvavidas del crítico momento; luego lo despedí con un “hasta luego y suerte” que tenía dentro de sí un enorme “muchas gracias”.
Una vez más con su ayuda involuntaria había logrado derrotar a mi diaria enemiga… la soledad.
TIEMPO DE AMOR
La amo, cuando su reconocido aroma embriaga mis sentidos y su cuerpo se mueve al compás de la brisa, pero dudo en abrazarla con mis manos desnudas pues aún recuerdo el filo de sus espinas.
Se encuentra frente de mi puerta, elegante muestra de vida y belleza, con el verde vestido salpicado en fuego, que me atrae a su cuerpo generoso y sin lograr contenerme me acerco, deslizando la caricia con ternura, hasta sentir en mis dedos el contacto amoroso de su piel sedosa.
Ha llegado a conmover mi corazón y una vez más le repito: “te amo, perdidamente te amo”… tanto a las hojas verdes en tus ramas como a las rosas rojas.
ABUELA
Tienes el corazón más duro que cualquier abuela, porque reconozco que aguantaste a mi madre en los peores momentos; cuando con mis ojos observé con horror, como indefensa te apartaba del paso con una patada, sin levantarte del suelo, mirarte o prestarte la atención deseada.
Aun así la amabas, sé que la amabas, y si hubiera estado el poder en tus manos, hubieras evitado su muerte entregando tu vida a cambio.
La odié en ese momento con furia y con rabia.
Pero ahora que tengo que sufrirte, llevarte los estúpidos vegetales hasta esa boca que apenas traga, arrastrarte a la cama y darte hasta el agua, pues tus ojos ciegos, ocultos por los párpados hinchados no divisan nada.
¿No crees que ha llegado el momento de irte? ¿De dejarme tranquila? ¿O vas a esperar verme muerta y mi hija te lleve a su casa?
También merezco el beneficio de ser libre, ya has llegado a los 70 y quiero disfrutar lo que queda de mi juventud casi perdida en calma.
Me contestó el silencio y la pena atravesó mi pecho; las duras palabras trocaron en lágrimas, mojando con ellas su anciana espalda y bajando mi mano la acaricié con amor emanado del alma, diciéndole entonces:
“Perdóname abuela quédate conmigo, te amo desde que era niña con toda mi alma… perdóname abuela tortuga, no sé lo que haría si me abandonaras. No me dejes sola…hoy es Nochebuena y tú me haces falta”.
UN TRIO DISTINTO
Me di cuenta que era infiel al momento de mirarla, pero dentro de mi corazón impactaron como un rayo su juventud y elegancia. Su reacción al enfrentarme fue amor a primera vista y enseguida congeniamos sin dificultad alguna, por lo que juntos partimos sin consultar la conciencia, desechando ulteriores consecuencias.
Penetró en mi alcoba altiva y serena, soportando mi urgencia con sana inocencia… perdiendo las horas toda su vigencia.
Amoldé tu cuerpo por primera vez con ternura en los dedos, para luego acariciarte, con la misma firmeza del sediento que reencuentra el agua… y siempre cediste a mis exigencias, hasta conseguir el éxtasis de mi alma.
Desperté enlazado a su piel desnuda, soltando mi brazo que la sujetaba en cálida calma.
Más tarde admiré tus curvas de novel amante, complacientes como las mudas palabras musitadas a mi oído cuando te abrazaba.
Fuiste oasis que calmó la sed y condujo mi sueño, en el largo tiempo de onírico amor… que me hicieron pensar en conservarte por siempre a mi lado.
Pensé en desechar la que tanto amaba, pues el tiempo ha pasado volviéndola seda arrugada. Pero soy exigente y optimista, por lo que pensé que ambas podrían tener un lugar en mi cama.
Un tema difícil, que tal vez dé lugar a opiniones malsanas, pero no me importa, la felicidad es un tema inherente a cada persona… y puedo soportar las presiones o críticas de una sociedad que “estira la lengua” con envidia insana.
No todos aceptan lo que son, pero debo hacerlo aunque ello no sea de mi propio agrado.
Costó convencerlas… pero comprendieron y pronto las dos encontraron lugar a mi lado, sin dificultades ni celos obtusos que dificultaran una relación de belleza innata.
Y a los pocos días, llegado el momento de saldar su costo a quien le adeudaba, pagué el alto precio de tanta fortuna: disfrutando desde entonces indistintamente y sin duda alguna… la nueva y la vieja almohada de plumas.
INSECTO MOLESTO
Tus caleidoscópicos ojos con miles de ocelos me observan evaluando movimientos, mientras giras y planeas junto a mi rostro; intento escribir pero me siento constantemente analizado y espiado… con el sonido de tu vuelo perturbando el silencio.
Mis manos te buscan con violencia, pero eres demasiado rápida y esquivas todo intento con agilidad, pero soy paciente y te espero nuevamente con mi vieja agenda en la mano.
Debes estar cansada pues te posas a mi frente, entonces descargo mi matamoscas-agenda logrando reventarte, aunque tu mancha queda como mal recuerdo que debo limpiar.
Vuelve la tranquilidad y continúo la tarea… libre de la mosca que me impide crear.
LA ENEMIGA
Me encontraba luchando a brazo partido pero no lograba dominarla, sus brazos me envolvían con la firmeza de una mortaja, impidiendo todo movimiento. Hasta ahora nunca había logrado vencerme, siempre encontraba alas que la alejaran. Pero había llegado al punto de abandonar toda resistencia y dejar que en su vuelo me llevara.
En ese momento decisivo sentí el timbrazo en la puerta de entrada, también ella lo escuchó y aflojó su resistencia, su dominio no deseaba testigos o interferencia.
Abrí la puerta encontrándome con un rostro barbudo y desaliñado, pidiendo “no tiene algo que me dea, por favor”.
Entré a buscar unas monedas y conversé largo rato, escuchando sus historias y penas, sin confesarle que había oficiado como salvavidas del crítico momento; luego lo despedí con un “hasta luego y suerte” que tenía dentro de sí un enorme “muchas gracias”.
Una vez más con su ayuda involuntaria había logrado derrotar a mi diaria enemiga… la soledad.
TIEMPO DE AMOR
La amo, cuando su reconocido aroma embriaga mis sentidos y su cuerpo se mueve al compás de la brisa, pero dudo en abrazarla con mis manos desnudas pues aún recuerdo el filo de sus espinas.
Se encuentra frente de mi puerta, elegante muestra de vida y belleza, con el verde vestido salpicado en fuego, que me atrae a su cuerpo generoso y sin lograr contenerme me acerco, deslizando la caricia con ternura, hasta sentir en mis dedos el contacto amoroso de su piel sedosa.
Ha llegado a conmover mi corazón y una vez más le repito: “te amo, perdidamente te amo”… tanto a las hojas verdes en tus ramas como a las rosas rojas.
ABUELA
Tienes el corazón más duro que cualquier abuela, porque reconozco que aguantaste a mi madre en los peores momentos; cuando con mis ojos observé con horror, como indefensa te apartaba del paso con una patada, sin levantarte del suelo, mirarte o prestarte la atención deseada.
Aun así la amabas, sé que la amabas, y si hubiera estado el poder en tus manos, hubieras evitado su muerte entregando tu vida a cambio.
La odié en ese momento con furia y con rabia.
Pero ahora que tengo que sufrirte, llevarte los estúpidos vegetales hasta esa boca que apenas traga, arrastrarte a la cama y darte hasta el agua, pues tus ojos ciegos, ocultos por los párpados hinchados no divisan nada.
¿No crees que ha llegado el momento de irte? ¿De dejarme tranquila? ¿O vas a esperar verme muerta y mi hija te lleve a su casa?
También merezco el beneficio de ser libre, ya has llegado a los 70 y quiero disfrutar lo que queda de mi juventud casi perdida en calma.
Me contestó el silencio y la pena atravesó mi pecho; las duras palabras trocaron en lágrimas, mojando con ellas su anciana espalda y bajando mi mano la acaricié con amor emanado del alma, diciéndole entonces:
“Perdóname abuela quédate conmigo, te amo desde que era niña con toda mi alma… perdóname abuela tortuga, no sé lo que haría si me abandonaras. No me dejes sola…hoy es Nochebuena y tú me haces falta”.
UN TRIO DISTINTO
Me di cuenta que era infiel al momento de mirarla, pero dentro de mi corazón impactaron como un rayo su juventud y elegancia. Su reacción al enfrentarme fue amor a primera vista y enseguida congeniamos sin dificultad alguna, por lo que juntos partimos sin consultar la conciencia, desechando ulteriores consecuencias.
Penetró en mi alcoba altiva y serena, soportando mi urgencia con sana inocencia… perdiendo las horas toda su vigencia.
Amoldé tu cuerpo por primera vez con ternura en los dedos, para luego acariciarte, con la misma firmeza del sediento que reencuentra el agua… y siempre cediste a mis exigencias, hasta conseguir el éxtasis de mi alma.
Desperté enlazado a su piel desnuda, soltando mi brazo que la sujetaba en cálida calma.
Más tarde admiré tus curvas de novel amante, complacientes como las mudas palabras musitadas a mi oído cuando te abrazaba.
Fuiste oasis que calmó la sed y condujo mi sueño, en el largo tiempo de onírico amor… que me hicieron pensar en conservarte por siempre a mi lado.
Pensé en desechar la que tanto amaba, pues el tiempo ha pasado volviéndola seda arrugada. Pero soy exigente y optimista, por lo que pensé que ambas podrían tener un lugar en mi cama.
Un tema difícil, que tal vez dé lugar a opiniones malsanas, pero no me importa, la felicidad es un tema inherente a cada persona… y puedo soportar las presiones o críticas de una sociedad que “estira la lengua” con envidia insana.
No todos aceptan lo que son, pero debo hacerlo aunque ello no sea de mi propio agrado.
Costó convencerlas… pero comprendieron y pronto las dos encontraron lugar a mi lado, sin dificultades ni celos obtusos que dificultaran una relación de belleza innata.
Y a los pocos días, llegado el momento de saldar su costo a quien le adeudaba, pagué el alto precio de tanta fortuna: disfrutando desde entonces indistintamente y sin duda alguna… la nueva y la vieja almohada de plumas.
INSECTO MOLESTO
Tus caleidoscópicos ojos con miles de ocelos me observan evaluando movimientos, mientras giras y planeas junto a mi rostro; intento escribir pero me siento constantemente analizado y espiado… con el sonido de tu vuelo perturbando el silencio.
Mis manos te buscan con violencia, pero eres demasiado rápida y esquivas todo intento con agilidad, pero soy paciente y te espero nuevamente con mi vieja agenda en la mano.
Debes estar cansada pues te posas a mi frente, entonces descargo mi matamoscas-agenda logrando reventarte, aunque tu mancha queda como mal recuerdo que debo limpiar.
Vuelve la tranquilidad y continúo la tarea… libre de la mosca que me impide crear.