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Aneris
 
La hermosa joven, emergió con elegancia entre la salinidad del oleaje marino y al salir a la superficie, agitó los rubios cabellos, reflejando en dorado la plenitud solar, que en poco tiempo los secó. Luego sin llegar hasta la playa descansó, apoyando los senos en la negrura del arrecife, con las manos unidas bajo la barbilla.
Su cuerpo de extrema blancura, resaltaba como la blanca espuma en la piedra, en una imagen de perfección femenina, que todo hombre observaría con admiración.
Richard caminaba con paso lento y despreocupado, su meta era alcanzar el sitio, desde donde habitualmente pescaba con suerte diversa. Apoyaba sobre uno de sus hombros la caña y en una de sus manos, sostenía la pequeña caja con anzuelos y carnada.
La vida lo había tratado con dureza, imponiéndole una soledad, que sobrellevaba mezclada con la aceptación de una situación difícil de revertir y momentos de desesperación e impotencia. Buscaba como tantos seres humanos el sentido de la existencia y su mente en ocasiones buceaba en la depresión.
Al llegar a destino, arremangó sus pantalones, dejó sus zapatos en la costa y se introdujo en las frías aguas, hasta alcanzar su roca preferida. Pero la sorpresa ante la inusitada presencia de la mujer que reposaba en ella, aflojó sus dedos y la caja de pesca impactó contra la dureza de la piedra, desperdigando el contenido a su alrededor.
Su lengua enmudeció y adquirió la rigidez de una estatua humana, observando a la bella desconocida que lo miraba sin miedo o pudor pese a la desnudez de sus senos. El tiempo se congeló en un instante y permanecieron enlazando sus miradas, hasta que el abrumador silencio fue interrumpido por la cantarina voz que lo cautivó:
“Pensé que me encontraría sola disfrutando de la naturaleza, pero no me molesta tu presencia; puedes hacerme compañía, pero te ruego que no arrojes al agua tu línea, me hace sentir mal cuando se hace daño a los peces”.
Richard dejó su caña al costado y se sentó a su lado con timidez… más una sonrisa se dibujó en sus labios entreabiertos y respondió con rapidez:
“No me interesa la pesca, es tan sólo una manera de hacer volar los pensamientos; pero tu presencia, es mucho más interesante que cualquier otra imagen perfecta que hubiese encontrado”.
Pese a intentar demostrar serenidad, Richard sintió que la excitación se apoderaba de sus sentidos. Los blancos senos con el rosado centro de sus pezones, se encontraban casi al alcance de su mano y tuvo que apelar a todo el respeto que le había sido inculcado, para contener su impaciencia por acariciarlos.
“Mi nombre es Aneris y el tuyo debe ser Richard, pues se encuentra grabado en la caja que has dejado caer. Me interesa conocerte, saber más de ti, como es tu vida, familia y amigos, tengo escasas posibilidades de dialogar con otros seres y me agradaría tener tu amistad”.
Richard por vez primera en mucho tiempo, se sintió invadido de una serenidad inusual y contó que se encontraba sólo; habitando una vivienda que había heredado de sus padres cerca de las arenas de la costa. Y sin detenerse hizo un completo y detallado relato de sus sueños, ansiedades y esperanzas… ante la profunda atención de quien lo escuchaba, sin interrupciones ni preguntas.
El fuerte sol deslizaba gotas de transpiración por su rostro y la ropa de Richard mostraba grandes manchas de humedad, por lo que se quitó la camisa mirando con inquietud a la joven; pero al no observar reacción alguna, desnudó su cuerpo y entró al mar colocándose a su lado.
Se miraron con ansiedad y entonces el rostro perfecto de la joven se acercó con sus labios entreabiertos y besó los de Richard, mientras sus manos de largos dedos, se enredaban en su cabello negro y ensortijado, diciéndole:
“No tienes a nadie y tus sueños no son más que una mera expresión de deseos, de difícil culminación. Pero yo también me encuentro sola y querría llevarte a mi hogar, pero necesito que consientas en ello sin dudarlo. Vivo a no más de 3 km. de aquí, en un sitio distinto, pero eres el hombre que he soñado… acompáñame”.
Richard sin dudar, e inclinando su cabeza en gesto de asentimiento, recibió con excitación y regocijo, una propuesta que nunca había esperado y la estrechó junto a su pecho, con ternura en el alma y pasión en su corazón.
La larga cola de platinadas escamas refulgió ante los rayos solares; ambos cuerpos se hundieron en las aguas y Aneris… la sirena, se sumergió en busca del fondo de la sima marítima, hacia la total oscuridad, arrastrando a Richard hasta su recóndito hogar. 
 

  • Rodolfo Nario – Febrero/2018
©2014 .  Filmaciones, frases escritas y habladas e imágenes están protegidas por el derecho internacional del autor. 
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